La siguiente entrada fue publicada por mí en la Revista Digital de Magisterio "El Recreo"; me parece adecuado presentarla también en este blog puesto que pienso que la Educación Emocional está relacionada con la pedagogía y la sociología: desde la primera rama, se pueden innovar y mejorar las técnicas que la enseñan para incluirla en la formación escolar de los alumnos; por otro lado, sirve para fomentar una socialización con el entorno del alumnado.
Tradicionalmente, la formación escolar se ha basado en la enseñanza de una serie de conocimientos académicos relacionados con los contenidos con los que las leyes han conformado las asignaturas, independientemente de que fueran teóricos o prácticos, pero, generalmente, en las escuelas se ha hecho poco hincapié en educar en valores sociales y morales a los alumnos. Con esto me refiero a la ausencia de materias como tal cuyo fin sea el desarrollo personal de los individuos desde el punto de vista social, en otras palabras, en el colegio no existe ninguna asignatura que se encargue específicamente de enseñar a los niños a ser ciudadanos y a que sepan desarrollar la respuesta más adecuada ante los problemas que puedan surgir en su futuro sino que esa tarea se lleva a cabo de forma espontánea por el profesor cuando se dan conflictos que afectan a la convivencia en el aula. Los niños del presente son las generaciones del futuro; los centros educativos deben asegurarse de ofrecerles y aportarles una educación completa en los dos ámbitos expuestos anteriormente adecuada a su edad y que comience desde pequeños. Una de las propuestas que hago para conseguirlo sería la implantación en el horario escolar de una asignatura que enseñara educación emocional.
“La educación emocional es una forma de prevención primaria inespecífica, consistente en intentar minimizar la vulnerabilidad a las disfunciones o prevenir su ocurrencia. Cuando todavía no hay disfunción, la prevención primaria tiende a confluir con la educación para maximizar las tendencias constructivas y minimizar las destructivas” (Mayer y Salovey, 1997; Saarni, 1988). Partiendo de que en el proceso educativo se da una educación formal constante pero improvisada y no oficial y que esta depende de las experiencias vitales que los sujetos hayan tenido, se puede afirmar que la competencia que ganan los niños en este aspecto en el colegio es tan escasa y pobre que no van a tener una base establecida mediante la cual ser capaces de resolver conflictos emocionales y sentimentales de manera autónoma.

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