Un buen profesor es aquel que forma a sus alumnos tanto académica como moralmente y que, durante el proceso educativo en el colegio, se encarga de que estos sean felices. También de ayudarlos cuando tengan problemas siendo su principal punto de apoyo, y de demostrarles que aprender es divertido. Debe reunir características que lo hagan una persona diferente al resto; mi aspiración es llegar a ser una profesora única para mis alumnos y que me recuerden como una de las mejores que hayan tenido. El profesor tiene que ser una persona alegre y siempre dispuesta a hacer sonreír a sus alumnos, a animarlos y a hacer que disfruten con la enseñanza, que llegue a clase con energías y que no se detenga ante ninguna dificultad; sin dejar atrás el "buen rollo", tiene que proporcionarles una base de cultura y los conocimientos por los que ellos se interesen; debe ser una persona culta e inteligente experta en diversos temas. Siempre debe estar motivado por hacer que sus clases llenen a sus alumnos de buenas experiencias con el aprendizaje y tener ilusión por la labor que desempeña para contagiársela también a los niños; tiene que amar su profesión y trabajar con pasión, esforzándose al máximo y superándose día a día... Todo sea por los niños, que ellos formarán la sociedad del futuro. El profesor tiene que hacer ver a sus alumnos que la enseñanza no es una obligación (aunque en realidad sí lo sea), sino que es una oportunidad para descubrir el mundo de maravillas que nos rodea y todo el entramado que ello conlleva; cada cual tendrá sus gustos y será mejor en unas cosas u otras, lo importante es que no pierdan las ganas de ir al colegio. El maestro tiene que ser el mejor ejemplo y referente para sus alumnos, una figura llena de cualidades que no deje ver sus defectos ni puntos flacos; tiene que enseñarles todo lo que ellos puedan aprender sobre la vida, sobre todo a buscar su felicidad y a no dejar que los problemas puedan con ellos. Tiene que incluir en sus clases Educación Emocional aunque no esté decretado en el currículo, su misión es aportarles una formación completa y de calidad, una educación en sí para su vida. Tiene que ser innovador y estar abierto a todas las posibilidades (también tiene que contar con las ideas de sus propios alumnos); no tener una mentalidad cerrada en ningún aspecto, mucho menos al dar clase; ser creativo y fomentar la imaginación en sus alumnos, la exposición de sus ideas sin que tengan miedo a equivocarse... Hacer que cada día esos que son niños en sus clases, se vayan convirtiendo en personas un poco más independientes y libres, capaces de manejarse por sí solos y con pensamientos críticos. Fomentar la práctica y la investigación para desarrollar en ellos el autoaprendizaje y para que averigüen cuáles son sus gustos y sus capacidades. El profesor tiene que transmitir bienestar, ser paciente y compresivo, tener mucha empatía y saber colocarse en el punto de vista de los demás. Tiene que ser respetuoso y amable; generar confianza para que sus alumnos le cuenten sus cosas y para tener una buena relación con los padres y tutores legales de estos. Capaz de ser buen observador y detectar los detalles que ocurran en su clase; de encontrar soluciones y respuestas para todas las situaciones que surjan. Que no pierda la esperanza ni el ánimo, que sea un soñador con los pies en la Tierra y que aspire siempre a más (a más de sí mismo, a más de sus alumnos, a más del centro escolar en el que trabaja). Tiene que sentir todo lo que involucra su profesión, la repercusión que tiene en la vida de unos niños cuya educación depende de él... El maestro es la persona que inspira para la vida a los niños que la están empezando. Tiene que sentir, querer vivir, tener ganas; y hacerles sentir a sus alumnos, hacerles descubrir sentimientos y emociones, hacerles cada día más humanos tratándoles como personas especiales, hacerles felices (el fin de la vida). Debe tener una personalidad fuerte, con carácter, que no se deje llevar por pensamientos e ideas contrarias a las suyas: tiene que ser justo y coherente en sus actos. Tiene que fomentar el ser buena persona en sus alumnos, la inteligencia (para que "de buenos no sean tontos"), la honestidad, la igualdad y el respeto, el saber estar y la educación, enseñar el valor y la belleza de la diversidad. A querer a sus familias y a sus amistades. También a ser natural y a quererse a uno mismo tal y como se es, a no querer cambiar la autenticidad de cada uno, y a hablar bien, que es algo que siempre me han dicho mis padres y que me parece muy importante: el hablar sin decir palabrotas y acorde a las ideas que se tengan. El maestro tiene que ser capaz de enseñar a sus alumnos que la vida trae cosas malas y que muchas veces no es justa, pero que vale la pena vivirla; que no hay que dejar de luchar por lo que se quiere y que lo que más merece la pena es lo que te haga más feliz. Otra de sus tareas es concienciar a las nuevas generaciones de la relevante que tiene el medio ambiente para las personas y que es necesario, ahora más que nunca, cuidarlo y respetarlo puesto que todos los seres dependemos de ello. En resumen, el profesor tiene que ser todo lo contrario a lo que se denominan "personas tóxicas" y motivar a los niños para la vida, en general, para disfrutar del día a día y para aprender a superar los problemas que siempre que llegan.
Al escribir esta reflexión sobre la profesora que quiero llegar a ser me he emocionado tanto como en la charla que dio César Bona en la universidad (Antigua fábrica de armas de Toledo - UCLM). No hay mayor motivación para superar los cursos que me quedan que el deseo de aportarles a los niños todo lo bueno que puedo ofrecerles y de que ellos me enseñen a mí todo lo que sepan. Ellos son la mejor fuente de inspiración. Lo único que me queda por decir es que cada día, mis ganas de ser profesora y ejercer aumentar y que me da mucha pena los alumnos cuyos maestros no tengan vocación ni ilusión por la enseñanza.
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